Historia de un paladin

“Aquello que no nos mata… nos hace mas fuertes”
Friedrich Wilhelm Nietzsche

Los ojos vidriosos del anciano revelaban sabiduría y años, muchos años. A través del cristal observaba la lluvia caer sobre el huerto. Fuera hacia frío, era un calido invierno el de este año, pero aun así no dejaba de ser invierno para un anciano.
La puerta se abrió de golpe dejando entrar a un niño con cara angelical y pelo oscuro como el azabache. La sonrisa del anciano apareció en su barbudo rostro. –Cuéntame una historia- el viejo se sentó debilitado en el sillón y dijo, cogiendo a su nieto en el regazo – ¿Una historia dices?…- “Una historia”, se repitió mentalmente y, sin quererlo, echó una mirada a la pared. En ella colgaba un lienzo cuyo título, El Gran Concilio, aún seguía llenando de orgullo a aquel anciano en la última etapa de su vida. En ese lienzo pudo ver, como si allí mismo estuvieran, a viejos amigos con los que tantas aventuras vivió. Esa draenei loca y su dragoncito, en cuantos líos nos metió, pensó; ese mágico elfo capaz de adquirir la forma de un oso y derribar montañas, no pudo evitar reírse por los momento vividos con él; esa extraña bruja, tan atípica a las demás, en sus competiciones de pesca; pensó en cada uno de los que en el lienzo aparecían, hasta que se detuvo en ese rubio paladín. Suspiro pensando en el pasado. – ¿Una historia dices? Bien, te contaré la de un muchacho, un paladín, un amigo…- dejó de hablar y una lágrima cayó por su arrugado rostro. –Todo empezó hace mucho tiempo…- mientras comenzaba a relatar su historia, renovadas fuerzas parecían convertir el blanco pelo del anciano en ese color negro tan característico de su juventud y el cual su nieto había heredado.



Todo lo que empieza tiene un final.

El sol despuntaba alto en la hacienda Wrylain. Habían vivido épocas de mayor esplendor, pero ahora con sobrevivir ya mucho se podía decir. En el interior de la casa, unos pesados y aletargados pasos avanzaron por el oscuro pasillo, apenas alumbrado por una ventana que aún tenía la cortina echada. Al llegar a la puerta el viejo dudó un poco, suspiro y entro de mala gana gritando –Vamos holgazán!!! Levántate, ha llegado el día que tanto esperabas!!!- y abriendo la ventana dejó entrar toda la luz y el aire fresco de la viciada habitación. Con la claridad, contempló entonces el desorden patente en el dormitorio del chico. Entonces le llamaron la atención unas ropas para nada habituales en un futuro paladín de Ventormenta… una falda en el suelo, ropa interior femenina en un lado de la mesa… el viejo maestro entonces sacudió la aun inmóvil cama, para obtener una respuesta dormida del joven que suplicaba solo un rato más, y unos leves pero rápidos movimientos debajo de las sabanas. Acercó la mano a la manta y de un rápido tirón dejo al descubierto no sólo al joven aún dormido, sino a dos chicas desnudas las cuales, al ver al viejo, empezaron a gritar y, recogiendo con rapidez sus ropas, salieron escaleras abajo. –Si me las sigues espantando así maestro, no encontraré esposa nunca…- tras lo cual el muchacho comenzó a reírse. –menos bromas y vístete muchacho, al fin has conseguido lo que tanto querías…- el chico miro a su viejo maestro sin comprender nada - comeremos en la ciudad y esta tarde serás investido como paladín por el rey… pero no esperes una gran fiesta, no son tiempos de fiesta, por mucho que tu te empeñes en que así lo sea- al chico se le iluminaron los ojos –¿Por el rey? ¿Esta tarde?, ¿De verdad?...- preguntó sin creérselo -Sí, sí, maldita sea, sí!! Así que vístete, Daderon Wrylain, paladín de Ventormenta, pronto entraras al servicio del rey Varyan…- y con la mirada baja añadió -tus padres estarían orgullosos de ti, Daderon…- el joven muchacho quedó mirando con tristeza a su maestro, que levantando la cabeza dijo –tanto como lo estoy yo ahora- al rostro de Daderon volvió la sonrisa -Gracias maestro Arkarion…



Las dos caras de una misma moneda.



Pasaron semanas desde que Daderon fuera investido como Paladín y al chico aún seguían mandándole lo que él pensaba que eran recados. Se notaba la mano de su apellido en la corte, y aún no pasaba del Bosque de Elwyn en sus tareas. Fue un día, en ese mismo bosque, cuando, ayudando a unos aldeanos, Daderon se encontró con otro Paladín, Valthur se hacia llamar, el cual lo ayudó. Iba por libre, aunque llevaba un tabardo que le sonaba. Fue así como ambos paladines se hicieron amigos. Compartieron grandes aventuras por muchos lugares, como la cacería de lobos de bosque oscuro o las luchas contra los defias, y crecieron en el arte de la guerra. Gracias a su amigo, una hermandad afín a la lucha de la alianza, Mare Magnum, lo encontró y convenció para luchar a su lado en los ratos en los que no tenia que cumplir ordenes para el rey. Todo parecía ir bien, pero la juventud de Daderon no le dejó ver lo que su amigo escondía dentro de su ser. Su alma corrompida, no tardaría en escapar de esa careta llamada Valthur.


El juego del destino. Y un día apareció ella…

Era un seco día de otoño en la ciudad de Menethil. Muy temprano, Daderon ya acompañaba a la guardia de la ciudad por los alrededores para evitar ataques a la población. Ajeno por completo a que su vida cambiaria para siempre ese día, el joven paladín se calentaba las manos como podía. Menudo lugar pensó, un pantano. Desde luego Valthur esta loco. “Con la buena cerveza que había en Loch Modan y ahora tenemos que venir aquí”. No tardó mucho tiempo en aparecer Valthur, el cual comunicó a su amigo que esta vez no cabalgarían solos, sino que vendría una elfa. Daderon no le dio importancia y, tras desayunar, fue a la puerta de la ciudad a esperar a la elfa junto a Valthur. Fue entonces cuando ocurrió: la brisa del mar tomo forma, los colores del firmamento, todos allí, dibujaban una sinfonía de sensaciones que en el joven paladín despertaban, ya no había pantano, ya no había guerras, ni grandes aventuras de héroes, mitos y leyendas… el tiempo detenido en un instante que hubiera deseado que fuera eterno, su corazón bombeaba la sangre con tanta fuerza que pensó que algo le ocurría… -Perdonad por llegar tarde- dijo la elfa. Daderon escucho esa delicada voz que ya no se le borraría de la cabeza, nunca pensó que ese seco día de otoño, podía cambiar tanto su vida, nunca sabría si fue el destino, pero jamás olvidaría a esa elfa… -Hola elfa- respondió Daderon oyendo su voz sin saber como lo había hecho, ya que aún se encontraba bajo los efectos de tan beatífica visión, mientras la elfa, la cual se presentó como Alake, no dejaba de mirarle a los ojos.

El ruiseñor y la rosa blanca.

Durante horas el joven Daderon se mantuvo pensativo delante del buzón. ¿Lo hago?, ¿No lo hago? ¿Qué pensara? Tras una tremenda lucha interior, deslizó con cuidado el paquete dentro del buzón, con miedo de que la rosa que había dejado en el interior del paquete se rompiera o se echara a perder.
Habían pasado semanas desde su primer encuentro y aunque se solían ver a diario, Daderon se mostraba incapaz de actuar frente a ella, se sentía como un guerrero sin escudo, indefenso. Llegó un día que Alake busco a Daderon en Villa Oscura y, tras una dura jornada de trabajo juntos, miradas cómplices y sonrisas escondidas, se fueron a descansar. Ya en la posada bebieron tanto que Alake no pudo resistir sacar a bailar a Daderon, el cual siempre dio grandes dotes para ello. – ¿No habrá alguna humana por la que tenga que preocuparme no?- pregunto Alake con timidez, Daderon respondió que no sonriéndole. Esa noche no pasó nada, pero Daderon se dio cuenta de que algo había.
¿Qué me pasa? Se repetía el valiente paladín… pasaban los días y cada vez ansiaba ver más a esa elfa que se le había metido en la cabeza y el corazón, cada vez más contaba las horas que quedaban para verla. Esa risa, esa celestial risa de ángel puesta ahí por los dioses solo para él. ¡Cuántas veces la escuchó en Tuercespina cuando Daderon se cayó al agua al no ver la pasarela, cuando se acercaba a las menas de mitril, cuando saltaba desde cualquier sitio solo para llamar su atención…!
Ahora era cuando comprendía aquellos cuentos de los libros de Arkarion. La historia del Último Mochicani, la historia del humano Deren y la elfa Aluthien o la de la Montaña Nevada.
Pasaron más días, pasaron más tiempo juntos, más rosas, más sonrisas, algún beso lejano que hacia que el corazón de Daderon se acelerara y llegó el momento en que decidió invitarla a pasar la tarde solos los dos en un lugar secreto.

Muy buena historia!!!

¡Oh! Muy buena, de verdad. Tengo curiosidad por ver qué más cosas pasan!

Muy buena! tengo ganas de ver más!

Daderon! Ya que actualizas, avísanos!

Interesante historia

Actualizado queda, lastima a los que empiecen de primeras qeu se encontraran con todo el tocho. Aun quedan varias partes y espero que os este gustando. De momento las criticas son buenas...XDD

Me encanta lo de Deren y Aluthien A ver qué más cosas nos cuenta el anciano barbudo.

Muy buena!


Esperamos impaciente el siguiente capítulo!

bah! perrrro que les pasa a ustedes, pierrrnas larrrgas, con las orrrejitas?? porr Khaz`Gorroth!!! se enloquecen como un jabali hambriento!!!!!....... en fin, no escribes mal Daderron, porrr lo menos no me aburrrro! jajaja!!

//opino igual que los otros compañeros, espero el próximo capitulo.

¡Y sin faltas de ortografía! Seguro que hay gato encerrado